30 mayo, 2008

Esos cada vez más sofisticados aparatitos

Estaba esperando que la luz del semáforo de Cabildo y Federico Lacroze cambiara de color, pero fue el grito de taxi de una mujer de unos 20 a 30 años la que alteró mi rutina. Al subir sentenció: “a Alberdi y Moreno” y luego hizo un comentario sobre el calor mientras levantaba la ventanilla. Acción recurrente sólo en mujeres de más de 50 años a esa altura del otoño. En el interior de su cartera sonó un celular. Lo atendió y exclamó: “ah, sos vos” y por su tono de voz se podía deducir que su interlocutor era el responsable de su súbito aumento de temperatura. “¿Que a dónde voy? Estoy yendo a buscar a mi hijo. Sí ya sé, vos siempre estás ocupado, porque a vos lo único que te importa sos vos. Porque yo te presté mi auto y te llevé a vivir a lo de mis viejos, pero si hacés eso olvidáte, porque a mí no me ves nunca más”. Con esa última amenaza cortó la comunicación... El celular volvió a sonar, lo atendió y luego de un breve silencio afirmó: “Así entonces no me vuelvas a llamar porque lo nuestro ya fue, me entendiste? ya fue” En la esquina de Moreno y Alberdi el reloj marcó $14.78. Me dijo que la esperara que iba a subir a buscar plata a su casa y enseguida volvía. Después de haber transcurrido el segundo minuto de espera comencé a considerar la posibilidad de que me haya cargado y que quizás me utilizó como un chivo expiatorio para desquitarse del género de la X y la Y. Me puse como límite de tolerancia 45 segundos más, pero un golpe en el vidrio de la ventanilla interrumpe mi conteo. Era ella, con una generosa sonrisa y $18 pesos en la mano derecha, quien luego de disculparse por los exabruptos del viaje insiste que me quede con el vuelto. Mientras ponía primera reflexioné sobre las implicancias que tienen en la comunicación estos cada vez más sofisticados aparatitos que -con sólo apretar un botón- borran todas las barreras entre lo público y lo privado, en forma tan repentina como puede cambiar el estado anímico de una mujer despechada por el egoísmo que parecería caracterizar al sexo opuesto.

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