30 mayo, 2008

Como si fuera un potus

Siguiendo el flujo migratorio de la fauna urbana orienté mi rumbo hacia la zona céntrica de la gran ciudad. Fue una mezcla de reflejos y memoria lo que me permitió esquivar por primera vez el bache de Salguero y Paraguay, al que tenía previsto bautizar con algún sustantivo, puesto que en otras oportunidades ya le había dedicado más de un adjetivo.
En la esquina de Charcas pude divisar los frenéticos movimientos del brazo de una joven de no más de 20 años. Antes de decidirse a subir pareció observar las facciones de mi rostro, como si las estuviera sometiendo a un severo test lombrosiano. Una vez acomodada en el asiento trasero me informa que se dirigía a la facultad de Belgrano, pero que antes debíamos pasar a buscar una amiga. En la intersección de República de la India y Cabello estaba esperando su compañera, quien luego de subir y saludar a su amiga le reprochó:
— ¡Pero boluda! Cómo que no te acordabas dónde vivo, si ya vinistes un montón de veces?!
A lo que ella le contestó
— Sí boluda, ya sé, lo que pasa es que no me acordaba si era enfrente del zoológico o del botánico. Cambiando de tema. ¿Qué sabés de Jose, sigue saliendo con ese pibe? ¿Cómo era que se llamaba?
—Matías. Sí, en realidad ella lo quiere dejar, lo que pasa es que el pibe es re lindo y cuando se siente sola o aburrida lo llama. Él parece que está re enamorado y le dice que la quiere, pero a ella no le despierta nada. Me contó que lo mira y es como si estuviera viendo una planta, no sé, como un potus.
—O una palmera…
—Bueno, tanto no me contó.
Después de ese último comentario las dos coincidieron en una suerte de sonrisa cómplice.
En la puerta de la facultad de la calle Zabala finalizó el viaje. Mientras apagaba el reloj, tuve la impresión de haber escuchado una versión, quizás un poco naif, de los diálogos que mujeres deben tener en los baños públicos o cualquier otro ámbito en que estén ausentes los inquisidores oídos masculinos. No obstante, también tuve la intuición de que las temáticas de esas charlas se deben tornar más interesantes en mujeres arriba de 25. Sin embargo, sabía que mi curiosidad no sería saciada fácilmente, puesto que a medida que pasan los años las mujeres parecerían ser más cautas a la hora establecer ciertas conversaciones políticamente incorrectas, ante la presencia de cualquier eventual sujeto masculino, inclusive un ignoto tachero.

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